Chico Largo y Charco verde

Versión ilustrada del cuento infantil «Chico Largo y Charco verde» de Alberto Sánchez Argüello, obra inédita selección de jurado para publicación en el cuarto concurso nacional para literatura infantil «Libros para niños y niñas 2008» de la Fundación Libros para niños Nicaragua.


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RESEÑAS

CHICO LARGO Y CHARCO VERDE

Una novela infantil-juvenil de Alberto Sánchez Argüello
por  Guillermo Goussen Padilla

En realidad, no pensaba hacer de este texto unas Conocencias, pero como no me pude meter al blog de Alberto para opinar y, cuando lo hice, no me dieron chance de meter todo mi escrito, pues, decidí abusar de esta tribuna que ya he vuelto mía.

He leído la novela corta de Alberto y me ha gustado. Esto suena a lo que en Nicaragua llamamos «este maje está dando la con dulce», pero no hay tal: sí me gustó, y por muchos motivos que ahora mismo empezaré a verter:

Confieso que nunca se me dará el cuento infantil-juvenil porque no acepto esta taxonomía (muchos relatos considerados ahora infantiles fueron en su origen muy cercanos a lo que ahora se denomina horror gore, pero que los sistemas castrantes y su summum (Disney) volvieron aceptablemente anodinos y, por lo tanto, «digeribles» para las mentes «nobles y vírgenes» de los infantes.

Por otro lado, soy de las personas que odian a los «escritores» que piensan que hacer cuentos infantiles es hablarle a los niños como idiotas, o subnormales, y con ello creen sobre entender que aguantan todo lo que las palabras más fútiles sugieran.

Por supuesto, me da pena ajena ese afán que tienen muchos “escritores de cuentos infantiles-juveniles” de creer que escribir ficción es hacerle al fray Bartolomé de las Casas y con ello “adoctrinar”, “educar” o, como dicen en México, “darle una neta al lector”, en este caso, infantil-juvenil, para que su vida sea ejemplo de fe, y un montón de pendejadas… No, los niños-adolescentes son como yo he sido: gente que se piensa inteligente.

Así las cosas, creo que Chico Largo y Charco Verde es una excelente novela corta porque entreveo en su génesis una concepción muy trabajada de lo que llamo la idea, su ambientación y concordancia: el mundo imaginado; es decir, el imago mundi que le da verosimilitud y certeza a lo narrado.

Alberto Sánchez Argüello ha hecho toda una investigación etno-histórica para darle sustento y cabida a esta historia ficticia que, desde ya, me gustaría promover con mi amigo editor Óscar Sipán, en España.

¿En qué se diferencia esta novelita, por ejemplo, de los cuentos de camino o, por supuesto, del emblemático Pancho Madrigal en Nicaragua? En la base epistemológica antes aludida que busca su raigambre en la historia menos contada: la del Occidente que, cruzando las “Columnas de Hércules”, o sea, el Mediterráneo, ahonda en el mito olvidado, pero incoativo de las “Indias Occidentales”; en esa “visión de los vencidos” que aún pregona el “si me permiten hablar”, de Camila.

Me explico: si uno lee esta novela corta, bien podría pensar en una de las tantas versiones, por ejemplo, del Fausto, de Goethe. En donde el concepto de pecado-pacto está signado por el complejo de culpa-castigo judeo-cristiano. Lo cual no sucede aquí, porque los dioses mesoamericanos no son tan soberbios y caprichosos como el hebreo y su hijo putativo. Y aunque el papá de Miguel ha actuado con la ambición y avaricia propia de Occidente, el niño-héroe-protagonista (una especie de Kirikú nica) encuentra en su raíz (o sea, lo incoativo) la posibilidad de la liberación (que no perdón)

Pero bueno, no me gusta hacer tesis o monografías, así que paso a otra cosa.

Alberto narra y narra bien, es consecuente con el paisaje y el timing, con el perfil de sus personajes y sus “deidades” (está muy bien documentado), demonios, númens y hasta nahuales, pareciera tener muy bien estudiado a Vladimir Propp y su teoría sobre el cuento infantil: está el conflicto, el protagonista, su antagonista, el donador, la búsqueda y ese etcétera que hace que uno siga el relato buscando las claves narrativas que confirmen que hay un verdadero escritor… Y sí lo encuentra uno, y por eso lo acompaña a través de varios capítulos que bien podrían ser historias autónomas si no hubiera ese hilo conductor que, a manera de vasos comunicantes, nos dijera que aún falta, que el camino tiene una estación, como en los fenecidos ferrocarriles de Nicaragua y México.

Hasta ahora todo apunta a que este escrito debe ser un panegírico sobre el relato de Sánchez Argüello, pero quienes me conocen saben que buscaré siempre el frijol en el arroz o a Peter Seller en “La fiesta Inolvidable”.

Chico Largo y Charco Verde tiene, como todo texto nica, la falla en los diálogos: los escritores paisanos no saben qué coño hacer cuando los personajes hablan, no entienden qué es una acotación teatral, escribir lo que piensa un personaje, cuándo habla quien habla y cómo su interlocutor opina o actúa. No saben cuál es el tiempo mítico, por lo que muy frecuentemente entran en anacronías que no le hacen bien al texto… En fin, errores de amateurismo muy fáciles de resolver si hay buena voluntad, y ahí me promuevo yo, siempre y cuando tenga tiempo. Lo otro es la corrección de estilo, que ya he hablado con el autor.

Reseña en el blog de ángeles de Mariangeles Estrada:

http://estradangeles.com/2012/12/01/literatura-juvenil-nicaraguense-chico-largo-y-charco-verde-alberto-sanchez-arguello/